Beneficios de la actividad durante la infancia

Construyamos infancias saludables a través del movimiento y evitando el sedentarismo

La inactividad física está reconocida como uno de los principales factores de riesgo de las enfermedades crónicas y constituye un factor de riesgo importante en relación con la carga de la enfermedad en la población general. Su prevalencia es más elevada que la de todos los demás factores de riesgo que pueden ser modificables.
La actividad física en la infancia genera una serie de beneficios durante la niñez que incluyen un crecimiento y un desarrollo saludables del sistema cardiorrespiratorio y músculo-esquelético, el mantenimiento del equilibrio calórico, y por lo tanto, un peso saludable, la prevención de los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares tales como la hipertensión o el elevado contenido de colesterol en sangre, y la oportunidad para desarrollar interacciones sociales, sentimientos de satisfacción personal y bienestar mental.

Existen pruebas científicas sólidas que demuestran que la actividad física es importante para el bienestar psicológico infantil. Los niños y niñas con niveles de actividad más bajos presentan una prevalencia más elevada de trastornos emocionales y psicológicos. El deporte y el ejercicio proporcionan un medio importante para que niños, niñas y adolescentes tengan éxito, lo que contribuye a mejorar su bienestar social, su autoestima y sus percepciones sobre su imagen corporal, y su nivel de competencia, provocando un efecto más positivo en aquellos que ya tengan una baja autoestima. Además, aquellos con niveles de actividad más elevados presentan asimismo más probabilidades de tener un mejor funcionamiento cognitivo.

Aquellos con una condición física cardiovascular (aeróbica) deficiente presentan más probabilidades de tener factores de riesgo para enfermedades, tales como niveles inferiores de colesterol “bueno”, una presión sanguínea más elevada, un incremento de los niveles de insulina y un exceso de grasa. La inactividad física contribuye a los crecientes niveles de obesidad, al incremento de la resistencia a la insulina, a trastornos en el perfil de lípidos y a una presión arterial elevada en la infancia. Este hecho, a su vez, es probablemente responsable del incremento de la prevalencia de la diabetes de tipo 2 en niños, niñas y adolescentes, una enfermedad que hasta hace poco sólo se observaba en personas adultas obesas o con sobrepeso.

Los estudios han demostrado que la obesidad en la infancia se puede mantener hasta la edad adulta. De hecho, el riesgo de obesidad en la edad adulta es al menos, dos veces más elevado en niños y niñas obesos que en aquellos no obesos. Por lo tanto, la actividad física durante la infancia parece generar una protección frente a la obesidad en etapas posteriores de la vida. Además, las personas adultas que fueron obesas en la infancia presentan una salud peor y una mortalidad más elevada que aquellas que no fueron obesas en su infancia. Al mantener una condición física aeróbica en la infancia, la actividad física durante la niñez reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares en la edad adulta.

Durante los años de crecimiento (en especial, la adolescencia), los chicos y las chicas desarrollan rápidamente la densidad mineral de sus huesos, esto es importante, puesto que el desarrollo de tanta masa ósea como sea posible durante la infancia y la adolescencia reduce las probabilidades de pérdidas excesivas de masa ósea en etapas posteriores de la vida (conocidas como osteoporosis).

Es fundamental entonces, establecer modelos de actividad física durante toda la vida, los hábitos físicos establecidos durante la infancia y la adolescencia tienden asimismo, a mantenerse en los primeros años de la edad adulta y en etapas posteriores de la vida. Los y las adolescentes que acaban sus años escolares sintiendo confianza en su cuerpo y en su capacidad física y que poseen una experiencia positiva de la actividad física, presentan más probabilidades de mantenerse físicamente activos en la edad adulta.

Es importante destacar que se observan vínculos más sólidos entre la actividad física en la infancia y la actividad física en la edad adulta cuando se toma en consideración la calidad de la experiencia vivida durante la niñez y no sólo la cantidad; la forma en la que se experimentan el ejercicio y el deporte durante la infancia y la adolescencia tiene un impacto sobre la posterior participación en estas actividades en la edad adulta.

Es necesario que padres y maestros tengamos en cuenta la importancia de estas experiencias, para que la actividad física en la infancia sea positiva porque marcará la incorporación de la misma en el futuro y la calidad de vida en la adultez.

Dra. Sonia Costantini MP 2610. Especialista en Cardiología – Responsable de la Secretaría de Extensión a la Comunidad FAC

Fuente: Dra. Susana Aznar Laín y Dr.Tony Webster. Actividad Física y Salud en la Infancia y la Adolescencia Guía para todas las personas que participan en su educación. Grafo, S.A.: BI-3.384-06 NIPO: 351-06-042-1